jueves, 5 de enero de 2017

Mariquita Pérez contra La Pepona. Desigualdades ideológicas y sociales en la España franquista



El éxito de Mariquita fue arrollador aunque solo las hijas de la burguesía vencedora se lo podían permitir. Su precio oscila entre las 85 y las 100 pesetas que viene a ser lo que cobra un ciudadano medio por 10 días de trabajo.

Así pues, desde el principio Mariquita Pérez quiere ser un fiel reflejo de la burguesía franquista y nació con afán de distinguirse de "la chusma " que tenía como referente a La Pepona una muñeca asequible para las clases populares.

Las distinciones son claras:
Mariquita Pérez                           La Pepona

Creada por Leonor Coello, de Portugal, que se asocia con Pilar Luca de Tena y el juguetero Onil ernabé Molina
El inventor es Emilio Gil Moreno, de Murcia, fabricante de juguetes en los años 20 que pubicitaría sus muñecas como "Su majestad la Pepona"

Peluca de cabello natural.
Pelo pintado en la cabeza
Cabeza de Porcelana
Fabricación en cartón-piedra.
Los ojos estaban pintados y no se movían. Pero tenía pestañas móviles Eran azules

Los ojos eran más grandes,”marrón vulgar”y estaban tambien pintados
Brazos articulados
Brazos articulados difíciles de mover
Fabricada en cartón-piedra pintada al duco.

Fabricación en cartón-piedra.
Tenía un clavo en la espalda que unía el traje con la muñeca

Tenía ropa interior bajo la falda.

El traje era de tela de mala calidad.
Las Zapatillas "Topolino" eran de esparto
Los zapatos y los calcetines estaban pintados sobre las piernas
Precio: entre 85 y 100 pesetas
Precio: 5 pesetas
Se creo para las “niñas bien”
Era una muñeca “popular”
Tenía nombre y apellido (largo y compuesto). Su nombre era un diminutivo propio de las niñas “bien”
Solo tenía nombre. Con un peyorativo “La” delante y un aumentativo que la minusvaloraba


Pronto se dio a conocer a su familia, a través de cuentos, sus historias se recogían en las Aventuras de Mariquita Pérez, escritas por Juan Cuentista, y de medios de comunicación como la radio: Mariquita era hija de un valiente militar andaluz, y no es gratuito que su nombre sea José Antonio y su apellido, Pérez de la Escalera, un apellido compuesto, “comme il faut”para aportarle las debidas resonancias de “hidalguía”. Su madre, una señora de la alta sociedad vasca, se llamaba Marta Carvajal y Goicoechea. Su alcurnia y abolengo son idénticos a los de doña Leonor su creadora.


Como todas las “niñas bien” Mariquita estudiaba con las monjas en el Colegio de El Sagrado Corazón de Madrid, junto a su amiga Mariví. Son las monjas quienes le enseñan cuanto ha de saber una “señorita”.

Mariquita veranea en la Costa Azul. No, ¡cuidado! No os equivoquéis, Mariquita no es aliadófila, ¡ni mucho menos! Mariquita frecuenta las costas francesas cuando Francia está regida por el gobierno de Vichy, un títere del Reich.

En invierno Mariquita acostumbra a frecuentar las estaciones de esquí suizas con el mismo donaire con el que toma el aperitivo en cualquier club de campo.

Informal o de ceremonia mariquita tiene un “modelito” para cada ocasión. Su guardarropa está formado por más de 100 vestidos y sus complementos. Son tantos los trapos que tiene que los escaparates de las jugueterías donde se comercializa llegan a convertirse en una suerte de tiendas de alta costura.

Las niñas que no pertenecen a la burguesía, muchas ellas todavía de luto, sueñan con Mariquita Pérez. Un juguete al alcance de muy pocas que se convierte en símbolo de las desigualdades que existen en España en la época franquista. En estas circunstancias, sólo La Pepona o las muñecas, hechas por sus propias madres, de trapos viejos, se convierten en sus aliadas.

Inspirado en un texto de Javier Memba “Todas sueñan con Mariquita Pérez”