lunes, 12 de octubre de 2015

Las Mentiras del Machismo



Todo lo que se presenta como absoluto suele ser mentira. La estrategia no falla: primero se construye una realidad única; después, se impone a la fuerza; y luego, esa misma realidad se presenta como demostración de su verdad ante la ausencia de las alternativas que impide.




 El machismo actúa de ese modo, lo cual demuestra que es mentira. Una mentira interesada, porque cuando las mentiras se construyen, se refuerzan poco a poco con la práctica, se mantienen en el tiempo y se defienden ante su cuestionamiento porque interesan a alguien. Y ese alguien interesado en mantener su verdad sólo puede ser quien se beneficia de ella. Es decir, los hombres-machos que aparecen como referencia ejemplar, como intérpretes de la realidad, jueces en los conflictos y dueños de lo correcto.





Son muchas las mentiras que forman parte del machismo, tantas como las que cada uno decida que forman parte de su verdad, pero hoy nos vamos a detener en diez mentiras esenciales del machismo; no son las únicas, pero sí resultan básicas.






1. La primera de esas mentiras es tomar lo masculino como referencia común en una vida de hombres y mujeres.

2. La  segunda, elevarlo al ámbito de los valores principales para que, ante un conflicto, tenga una consideración preferente.

3. La  tercera, creerse superiores por todo ello cuando en realidad demuestra una gran bajeza moral.

4. La cuarta, presentar ese proceso como un orden natural guiado por la sabia Naturaleza y la divina sabiduría de los dioses hombres, que previamente se han encargado de colocar en las hornacinas de su olimpo cultural.

5. La quinta, recurrir a la violencia como instrumento para defender el orden y a sus dioses.
6. La  sexta, presentar el tiempo secuestrado como razón de su verdad.

7. La  séptima, darle presencia a las mujeres en forma de esa amenaza propia del súbdito que se rebela contra el bondadoso señor, simplemente por no poder ser como él.

8. La octava es haber hecho de esa operación interesada referencia de identidad, para que quien no se ajuste a ella sean un mal hombre y una mala mujer, merecedores de todo el castigo divino y humano.

9. La novena es haber ocultado la objetividad de la violencia y el daño causado, y haber mostrado los silencios y la distancia como explicación de su inexistencia.

10. Y la décima, culpar a quien se rebela contra la injusticia de ese orden desigual y violento.





Estas mentiras, como casi todo lo que implica un mandamiento, a su vez se encierran en dos: una, humana, la normalidad; y otra, divina, la fe. De ese modo, el reino de los hombres es divino porque es lo normal, y lo divino se humaniza al darle a la palabra voz de hombre y hacer que resulte creíble aquello que los hombres dicen, y no lo que las mujeres hagan o digan.
 

El machismo presume de inocencia porque todo lo que ha hecho es mentira en su fundamento y en su articulación práctica como realidad, y nunca hasta ahora se ha cuestionado de manera amplia y decidida: No es cierto que los hombres sean superiores, ni más inteligentes, ni que la fuerza supla a la habilidad, ni que el afecto sea debilidad... Por eso, el argumento que lanzan ante las críticas es la falta de credibilidad de las mujeres, y de quienes se ponen a su lado para erradicar la desigualdad, porque no puede haber dos verdades sobre una misma realidad, y ellos no están dispuestos a renunciar a lo que han conseguido de manera injusta.

A ellos les interesa esa duda, puesto que su orden está construido sobre referencias trascendentales, no sólo humanas; y si en el mundo de lo humano, la duda es favorable a los hombres que tienen el poder, en el mundo divino, la duda ofende y es pecado sencillamente por demostrar una falta de fe. Por eso, las mujeres, bien en lo divino o en lo humano, siempre salen perdiendo.

Miguel Lorente