jueves, 20 de agosto de 2015

La Belleza en un Hombre depende de sí mismo, no de la mirada del sexo opuesto. ¿Y la Belleza de una Mujer?



En un reciente estudio, la web onlinedoctor.superdrug.com ha enviado la misma foto de una modelo en ropa interior a diseñadores gráficos de 18 países del mundo. La mayoría de los diseñadores elegidos son mujeres. Su misión: retocar digitalmente a la modelo para hacerla más atractiva en cada sociedad. Pueden cambiar la contextura, color de piel y cabello e incluso la ropa de la modelo. El objetivo: descubrir cómo varía la percepción de la belleza femenina alrededor del planeta.

¡Y varía mucho! Las imágenes retocadas parecen 18 mujeres diferentes. Los países americanos, como Estados Unidos o Argentina, tienden a afinar la cintura para conseguir una silueta reloj de arena. En Venezuela se aprecia especialmente la exuberancia. Y México es el único que oscurece la piel de la modelo, mientras países andinos como Perú o Colombia consideran ideal a una mujer blanca.

En Asia y Europa, en cambio, la obsesión es adelgazar a la modelo. La versión china queda por debajo del índice de masa corporal de una anoréxica. Y la italiana, peligrosamente cerca del límite. En ambos países también cambian los colores de la ropa interior y el pelo, algo que la mayoría de americanos dejan intacto. Holanda altera incluso el modelo de zapatos, y le da al pelo un intenso tono zanahoria. La gran excepción europea es precisamente España, cuya foto es la más parecida de todas al color y volumen de la modelo original.
Podéis  verlo vosotrxs mismxs :

Significativamente, no se ha realizado un estudio así con varones. Nadie concede relevancia a la presión de la belleza en un hombre. Aún hoy en día, y aún en los igualitarios países europeos, la autoestima masculina está determinada por el dinero y el éxito, no por la estética. Es decir: un hombre depende de sí mismo, no de la mirada del sexo opuesto. Por lo visto, no es solo cuestión de derechos: la igualdad entre géneros se trata también de sentir miedo de las mismas cosas.
Texto de Santiago Roncagliolo