miércoles, 15 de julio de 2015

Juana de Ibarbourou. Poeta uruguaya



Juana de Ibarbourou (Melo, 8 de marzo de 1892-Montevideo, 15 de julio de 1979) Poeta uruguaya.

Su importancia en las letras hispanas es tan importante que es conocida popularmente como Juana de América. Está considerada como una de las voces más personales de la lírica hispanoamericana de principios del siglo XX.


 En 1947 fue elegida para sentarse en un sillón en la Academia Nacional de Letras.

En 1950 fue designada para presidir la Sociedad Uruguaya de Escritores.

En 1955 su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid

En 1959 el gobierno uruguayo le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado por primera vez aquel año.



En su obra destaca el optimismo por la vida, los contrastes entre alegrías y tristezas, el amor por la naturaleza, la humanidad, la libertad, la locura del amor y la belleza.Lo que siempre se podrá apreciar en la obra de Juana de Ibarbourou es la sencillez, frescura, humanidad y espontaneidad con que se expresaba.

Sus primeros poemas aparecieron en periódicos de la capital uruguaya (principalmente en La Razón) bajo el seudónimo de Jeannette d’Ibar, que pronto abandonaría. Comenzó su larga travesía lírica con los poemarios Las lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), todos ellos muy marcados por el modernismo, cuya influencia se percibe en la abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas y de alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.






Su temática tendía a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza. Por otra parte, imprimió a sus poemas un erotismo que constituye una de las vertientes capitales de su producción.

Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y sinceridad. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando incluso las imágenes surrealistas. Con Estampas de la Biblia, Loores de Nuestra Señora e Invocación a san Isidro, todos de 1934, inició en cambio un camino hacia la poesía mística.

En la década de 1950 se publicaron sus libros Perdida (1950), Azor (1953) y Romances del destino (1955). En esta misma época, en Madrid, salieron a la luz sus Obras completas (1953), donde se incluyeron dos libros inéditos: Dualismo y Mensaje del escriba. De su obra poética posterior destaca Elegía (1967), libro en memoria de su marido.

Su obra en prosa estuvo enfocada fundamentalmente hacia el público infantil; en ella destacan Epistolario (1927) y Chico Carlo (1944).





La literatura uruguaya del siglo XX contó entre la nómina de sus autores con una serie de poetisas cuya obra reviste fundamental importancia: María Eugenia Vaz Ferreira, Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou. Cada una de ellas desplegó un acento propio y característico; así, mientras Vaz Ferreira representa la altiva castidad, y Agustini la mujer en espera anhelante, Juana de Ibarbourou es el equilibrio de la entrega espontánea.


Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que es aún sombría
esta taciturna cabellera mía.
Ahora, que tengo la carne olorosa,
y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora, que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.
Ahora, que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.
Después... ¡ah, yo sé
que nada de eso más tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!
Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.
Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?