domingo, 13 de julio de 2014

Arte feminista de los años setenta



La Vanguardia feminista en los años setenta muestra  la esencia del tipo de arte politizado, de demanda y con aspiraciones de mejora social que proponía el grupo pionero de creadoras que se implicaron en el llamado movimiento de liberación de la mujer, iniciado en los EE UU a finales de los años sesenta y extendido por el mundo con gran intensidad

Las artistas de la primera generación de arte feminista de vanguardia se dedicaron a "socavar los estereotipos de una manera subversiva"

En sus obras, las artistas de la Vanguardia feminista deconstruyen la "imagen secular que tienen los hombres de la mujer", indagan cómo es percibida ésta, y crean una representación completamente nueva de ella en las artes plásticas, constituyendo una identidad propia en la sociedad. Entre los temas centrales figuran la adjudicación unidimensional del papel de la mujer como madre, ama de casa y esposa, la sexualidad femenina, el uso de su propio cuerpo, la belleza y la violencia contra la mujer.

Así, las artistas del vanguardismo feminista minan subversivamente todos los estereotipos ancestrales sobre el papel de la mujer.

Martha Rosler  (EE UU, 1943) utiliza la exageración para criticar el papel tradicionalmente doméstico de las mujeres. Presenta de forma tajante y simplificada el rol en la cocina y el hogar.

En Birgit Jürgenssen  (Viena, 1949 - ídem, 2003) la cocina se convierte en su atuendo diario y está indivisiblemente unido a ella. Es en esas puestas en escena de los cometidos tradicionales donde las artistas investigan, jugando con la cámara, con la mascarada y el atuendo como medio de autorrepresentación, sobre los conceptos de identidad y femineidad construídos por la sociedad. En una de sus fotos una mujer  aparece con un nido con huevos sobre el sexo como parodia de la maternidad entendida como único destino o se ata una olla al cuello como si se tratase de un uniforme de trabajo. Contra la relegación de las mujeres al papel de ama de casa y madre



Jugando a la mascarada y el cambio de identidad como medio de autorepresentación activa, las fotógrafas. Numerosas artistas recurren concientemente a los nuevos medios de entonces, históricamente inmunes, como la fotografía, el cine y el vídeo, y utilizan las acciones artísticas como modo de expresión. El imperio de la pintura llega a su fin. El auge de los nuevos medios, como la fotografía, la cinematografía, el vídeo, así como las nuevas posibilidades de expresión, como las acciones artísticas y performances vino de perlas a las artistas que lograron así hacerse oír en el escenario más allá de la pintura dominada por los hombres.

Cindy Sherman (EE UU, 1954) Suzy Lake (Canadá, 1947), (http://www.suzylake.ca/) Hannah Wilke
 (EE UU, 1940-1993) (http://www.hannahwilke.com/) y Martha Wilson (http://www.marthawilson.com/ )(EE UU, 1947) desafían lo convencional y dinamitan los clichés de feminidad. De una manera similar.

Lynn Hershman Leeson  (EE UU, 1941) creó el álter ego de ficción Roberta Breitmore y promulgó este personaje como su propia representación durante años. Otras firmas de mujeres de esta generación de rupturistas  son Ana Mendieta  (Cuba, 1948 - EE UU, 1985), que exploró las ideas de pertenencia y relación con la tierra; Gina Pane  (Francia, 1939-1990), una artista corporal, y la  creadora interdisciplinar vasca  Esther Ferrer.  (1937).  Todas ellas forman parte  del Arte feminista de los años setenta